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La transición a la democracia

Por: Álvaro de Diego

Se llama Transición a la etapa de la historia contemporánea en la que España supera la dictadura franquista y se convierte en una democracia. Comenzó con la muerte de Franco, el general que había gobernado con mano de hierro desde la Guerra Civil, y culminó con la proclamación de la Constitución de 1978. Esta es la ley más importante en España y aún está vigente. Por eso, puede decirse que nuestra democracia, basada en la monarquía parlamentaria, procede de la Transición.  
Después de una penosa enfermedad y varias y muy graves intervenciones médicas, muere el general Franco. Corría el día 20 de noviembre de 1975. Dos días después fue proclamado rey ante las Cortes aún franquistas Juan Carlos I de Borbón. El nuevo monarca prometió serlo “de todos los españoles”. Su designación estaba prevista pues seis años antes había sido señalado por Franco como su sucesor “a título de rey”. De este modo, el franquismo se había saltado al heredero del último monarca que había reinado en España, Don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, debería haber sido rey, pero había dado algunas muestras de oposición al régimen. Y Franco le tachó de su lista.

Después de casi cuarenta años de dictadura militar, se necesitaba un gran acuerdo para alcanzar la democracia. En ese pacto debían participar los partidos políticos que se habían opuesto a Franco (comunistas, socialistas, republicanos, democristianos, nacionalistas, etc.) y los llamados “aperturistas” del franquismo. Estos últimos tenían cargos políticos, pero pensaban que el país debía caminar hacia las libertades. Unos y otros debían ceder en sus ideas para que ganaran todos los españoles.
Los primeros pasos hacia la libertad los dieron los “aperturistas”, que deseaban llegar a la democracia sin molestar a los partidarios de Franco. Se proponían utilizar las leyes del régimen franquista para desmontarlo desde dentro. Si España podía considerarse una casa, había que abrir la puerta para que ordenadamente entraran los que hasta entonces habían estado fuera. Sin embargo, no era bueno permitir que nadie se arrojara dentro a través de las ventanas o derribando las paredes.

Para no asustar a los más conservadores, el rey dejó continuar en su puesto al último presidente del Gobierno con Franco, Carlos Arias Navarro, pero le impuso unos nuevos ministros aperturistas (Fraga, Areilza o Garrigues, entre otros). Debido a sus dificultades para aprobar las reformas políticas necesarias, Arias Navarro acabó presentándole la dimisión a don Juan Carlos el 1 de julio de 1976. El Rey, gracias a la ayuda de su principal consejero, Torcuato Fernández-Miranda, pudo nombrar a un nuevo presidente, ahora sí comprometido con el cambio democrático. Se llamaba Adolfo Suárez. Procedía de un pueblo de Ávila, era joven como el Rey y parecía capaz de convencer a todos de que la democracia iba a ser buena para España.

La Ley para la Reforma Política fue la llave para dejar atrás la dictadura. La preparó Torcuato Fernández-Miranda y, sorprendentemente, fue aprobada por las Cortes que aún eran las de Franco. Esta ley decía que iban a celebrarse elecciones con partidos políticos para que los españoles decidieran pacíficamente su futuro. Unos días después, el 15 de diciembre de 1976, fue sometida a la aprobación del pueblo español, que la aprobó por amplísima mayoría. La norma incluía, además, el final de todas las instituciones de la dictadura.

Desde ese momento el presidente Suárez se puso a hablar con los principales líderes de los partidos políticos, todavía ilegales, aunque ya se toleraba a muchos por su moderación.

La mayoría serían legalizados antes de las elecciones, celebradas el 15 de junio de 1977. La decisión más arriesgada del Gobierno se había producido en el mes de abril anterior, cuando aprovechando las vacaciones de Semana Santa fue autorizado el Partido Comunista a participar en la vida democrática. Esta medida la recibieron mal algunos militares, que culpaban a los comunistas de haber llevado al país a la Guerra Civil en 1936.

Pese a todas las dificultades, en junio se celebraban las primeras elecciones libres que conocía España en los últimos cuarenta años. El partido que finalmente formó el presidente Suárez, la Unión de Centro Democrático (UCD), obtuvo la victoria. Aunque no alcanzó la mayoría absoluta en el nuevo parlamento, pudo formar gobierno, que de inmediato se propuso redactar una Constitución. Al ser la ley más importante de cualquier democracia, todos los partidos que habían obtenido representación parlamentaria debían colaborar para confeccionarla. Y así lo harían. Al acuerdo de la mayoría de partidos políticos para construir la democracia se denominó “consenso”. Y la Constitución sería aprobada por el pueblo español en una consulta llamada “referéndum” el 6 de diciembre de 1978. La forma en la que los españoles habían conseguido llegar a la democracia desde una dictadura pronto motivó la admiración de todo el mundo. Muchos países trataron de imitar el modelo, aunque pocos tuvieron el mismo éxito.


A principios de 1981 dimitió Adolfo Suárez. Su relación con el Rey había empeorado y las discusiones dentro de su partido eran ya muy frecuentes. Durante la votación en el Congreso de los Diputados para elegir a su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, se produjo un golpe de Estado protagonizado por un teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, y los generales del Ejército Alfonso Armada y Jaime Miláns del Bosch. El golpe del 23-F (se conoce así porque tuvo lugar el día 23 de febrero) fracasó gracias a la intervención del Rey. Vestido con uniforme militar, Don Juan Carlos apareció de madrugada ante las cámaras de televisión para condenar el levantamiento contra la joven democracia.


Calvo Sotelo se convirtió en presidente, pero solo gobernó poco más de año y medio. En las elecciones de octubre de 1982 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) obtuvo la victoria y su líder, Felipe González, fue el nuevo jefe de Gobierno. La llegada al poder de un partido de centro-izquierda cerraba el exitoso episodio de la Transición. En los años siguientes España se transformaría en un país moderno y plenamente democrático. Incluso se integraría en la Comunidad Europea, el club de naciones libres más importante del mundo. Solo quedaría un enemigo de las libertades y de todos los españoles, el grupo terrorista ETA, que seguiría asesinando a cientos de personas inocentes durante la mayor parte de nuestra democracia.