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Isabel II: una Reina en tiempos de Guerra y Revolución

Por: Cristina Barreiro

Por otro lado, se inició la búsqueda de un marido para la joven Reina que no resultó de agrado para Isabel: el elegido fue su primo Francisco de Asís, en adelante Rey consorte, pero con el que la convivencia no iba a resultar armoniosa. Isabel era impetuosa y con carácter por lo que la llamada “cuestión de palacio” fue desde las primeras horas un foco de críticas y comentarios. Durante ese tiempo, la gestión política de los gabinetes moderados derivó en el estallido de la Vicalvarada en junio de 1854, una revuelta liderada por O´Donnell que llegó precedida del “Manifiesto de Manzanares”, la reivindicación de demandas para corregir el rumbo errático de la política. Espartero volvió a la primera línea con O´Donnell como Ministro de Guerra, en una convivencia compleja desde el origen.
Los militares se mantenían en el poder, pero las tensiones volvieron a traer a los moderados al Gobierno. Era el año 1856 y durante este tiempo, se fue gestando un nuevo partido político cuya intención era la reconciliación de los liberales en una opción de centro.

La Guerra terminó en 1840 con victoria liberal y el fin de la Regencia de María Cristina, que, debido a las tiranteces entre moderados y progresistas –división que se había gestado entre los liberales- tuvo que marcharse al exilio. La joven Reina Isabel se quedó en España al cuidado de tutores y preceptores mientras que se inauguraba la Regencia de Espartero, el General que había liderado la victoria liberal en el conflicto. Pero en 1843, debido a las tensiones en el seno de los progresistas, decidió adelantarse la mayoría de edad de la Reina que, con apenas 14 años, comenzaba su reinado como soberana en ejercicio. Se inauguraba un periodo marcado por la presencia de militares en la política; los llamados “espadones” que se convertirían en los protagonistas del periodo. Se iniciaban también los días en los que España se abría a la industrialización y a la burguesía y donde la construcción del ferrocarril iba a marcar una incipiente modernización económica.
Isabel II comenzó su mandato con una década de predominio moderado, en la que la figura de Ramón Narváez adquirió protagonismo. Se aprobó la Constitución de 1845, la creación de la Guardia Civil, el Banco de España, la peseta y se negoció un Concordato con la Santa Sede que reconducía las relaciones con la Iglesia.

Por otro lado, se inició la búsqueda de un marido para la joven Reina que no resultó de agrado para Isabel: el elegido fue su primo Francisco de Asís, en adelante Rey consorte, pero con el que la convivencia no iba a resultar armoniosa. Isabel era impetuosa y con carácter por lo que la llamada “cuestión de palacio” fue desde las primeras horas un foco de críticas y comentarios. Durante ese tiempo, la gestión política de los gabinetes moderados derivó en el estallido de la Vicalvarada en junio de 1854, una revuelta liderada por O´Donnell que llegó precedida del “Manifiesto de Manzanares”, la reivindicación de demandas para corregir el rumbo errático de la política. Espartero volvió a la primera línea con O´Donnell como Ministro de Guerra, en una convivencia compleja desde el origen.
Los militares se mantenían en el poder, pero las tensiones volvieron a traer a los moderados al Gobierno. Era el año 1856 y durante este tiempo, se fue gestando un nuevo partido político cuya intención era la reconciliación de los liberales en una opción de centro.

Se llamó la Unión liberal y su figura principal era el propio O´Donnell. Formaron Gobierno en 1858 en un tiempo que coincidió con un ciclo de bonanza económica y que vino acompañado de las llamadas “campañas de prestigio internacional”: España se lanzó a una serie de aventuras internacionales en lugares como México o Valparaíso. Durante estos años, la figura de Juan Prim, fue ganando peso hasta erigirse como nuevo jefe de los progresistas. Sin embargo, el sistema de la monarquía liberal de Isabel II parecía agotado: a partir de 1863 se sucedieron gobiernos estériles de moderados o unionistas que auguraban un difícil sostenimiento del sistema político. Las críticas de la Prensa hacia la Reina eran cada día más incisivas y la oposición se fue organizando alrededor de los Progresistas y Demócratas, el nuevo partido político que abogaba por el Sufragio Universal. Pero Isabel II parecía vivir ajena a los rumores que apuntaban al estallido de una inminente Revolución.    

En septiembre de 1868, cuando la Familia Real se encontraba de veraneo en el norte del país, estalló la Gloriosa. Se trataba de una Revolución cuya intención era terminar con el reinado de Isabel II bajo el lema de ¡Abajo los Borbones! Estaba organizada por Progresistas, Unionistas y Demócratas; sólo los moderados parecían respaldar a una Reina que tuvo que optar por el exilio. Tenía 38 años cuando salió de España. Eran el final de la era isabelina y el comienzo del llamado Sexenio Democrático.
Isabel II y su familia se establecieron en Francia, en el II Imperio de Napoleón III. La reina compró un palacete en París y aquí vivió, con puntuales visitas a España durante el reinado de su hijo Alfonso XII y la regencia de su nuera María Cristina, hasta su muerte en 1904. Vital e impulsiva, generosa y poco preparada para las tareas de gobierno, jamás entendió que los españoles hubiesen dejado de quererla.